domingo, 11 de mayo de 2008

MI PADRE CONTINUA VIVO EN EL RECUERDO

الآن في هذه نجوم
El caballo, la noche, el desierto y la espada, te conocen. (Al Mutanabh)
Las personas somos frases...pero escritas con agua (Yobran Khalil Yobran)
A mi amado padre de su eterna hija.


(Este es un retrato que me hizo mi padre hace muchísimos años, cuando yo era bailarina de ballet)


El día 7 de mayo del 2008 a las 12:00 de la noche murió un gran artista y un gran padre : Fahed Kubessi Sahu. Ha muerto un mes antes de su 73 cumpleaños de un infarto al corazón. Ese corazón tan grande y tan sensible se detuvo para siempre.

ESTA ES LA HISTORIA DE MI PADRE

Un maravilloso día de verano, concretamente el 6 de Junio de 1935 en una aldea llamada Deir Al Zoor, nació el más deseado de los hijos: Fahed (la pantera)


Cuando hablo del más anhelado lo digo, porque su madre: Shamsa, había perdido a sus dos primeros hijos, ámbos de neumonia. Poco tiempo después, vino una niña: Faharie...pero el niño tardaba y tardaba...pero al final llegó. Y así formaron un grupo de 7 hermanos: Faharie, Fahed, Sabah, Fawsia, Surie, Dalal y Nemer.



Así pues, cuando Fahed nació, su madre lo guardó con gran celo, pues temía que las mujeres de aquella aldea junto al Eufrates le hicieran mal de ojo, envidiosas de la evidente hermosura del crio. Era un bebe muy guapo y con su pelusa roja a rabiar, aun llamaba más la atención.

Cuando tuvo el pelo más larguito, le hicieron dos largas trenzas como a las niñas y le raparon media cabeza como es costúmbre en aquellos parajes desérticos. Deir Al-Zoor es una aldea en medio del océano rocoso, donde las estrellas brillan más que en ningún otro sitio, y uno se pregunta cómo un sitio tan humilde tiene el privilegio de disfrutar de todo el cosmos...


Así creció mi padre, con su chilaba, descalzo y dando brincos y volando por el desierto con la fuerza de un hombre pero con la apariencia de una niña.

Mi padre se crió entre cabras, caballos y una perra llamada Shal.la que era también pelirroja y muy estimada por toda la familia, en especial en épocas de hambruna ya que era una excelente cazadora. Pero Shal.la murió a manos de mi bisabuela Ammuna, una mujer bella aunque codiciosa, avariciosa y a la que todos temían. Mi padre nunca le perdonó aquella acción. Ammuna era una verdadera bruja y probablemente continue en el purgatorio o en algún lugar peor.


Ammuna se hacía rodear por todos los hermanos durante la noche, para contarles historias terroríficas y obviamente ya nadie después podía conciliar el sueño. Esas historias me serían transmitidas por mi padre en clave de humor y años más tarde las llevaría al papel. Abandonando la figura de mi bisabuela y durante su estancia en Deir Al-Zoor mi padre pasó los años de su infancia extrañamente feliz; saltando hasta romperse un brazo o una pierna por las tapias del cementerio; lanzando piedras a algun vecino, etc, etc. Recuerdo que un día le pregunté si alguna vez había sufrido malaria y me contestó:" hijica...tuve malaria dos veces, allí los mosquitos se sentaban a la mesa a cenar con nosotros. ¡Que saltos daba en la cama...primero pasaba mucho, mucho, mucho frío y después un fuerte calor...."


Era evidente que el agua escaseaba en Deir Al-Zoor, a pesar de que por allí pasa uno de los afluentes del Eúfrates; y el calor y los mosquitos hacían el resto. Las mujeres derianas iban tatuadas de arriba abajo, rostro, manos, pies...vestían con gran colorido, flores y les gustaba lucir muchos pendientes, collares, pulseras, anillos y sobretodo dientes de oro. Incluso se los arrancan hoy en día también para sustituirlos por el prestigioso metal.
Las mujeres de Deir Al-Zoor eran y son muy vivarachas y se puede decir que tienen tanta fuerza o más que los hombres, a pesar de que los hombres de aquel lugar tienen fama de verdaderos cabezas duras.


A mi padre le encantaba ver las hileras de mujeres cruzando el rio, pues hinchaban sus faldas con aire, las anudaban entre sus piernas y pasaban flotando de una orilla a otra.

Así pasaban las horas, los días , las semanas, y transcurrían las estaciones del año...sin hacer nada, matando el tiempo...y sin dejar de parar. Mi padre era como los gallos, se despertaba el primero y ya no se le veía prácticamente en todo el día. Siempre trotando y como el decía: andando, andando, andando....
Su madre se ponía violeta de ira, no podía sujetar a su hijo ni un sólo momento; aquel pelirrojillo era como una liebre y de igual forma había que hacer verdaderas maniobras militares a la hora de darle un baño. De tal manera, y como la abuela Shamsa sabía que a mi padre le encantaba visitar el enorme caseron de su tío, era allí donde planificaba minuciosamente atraparlo.
La casa de su tío era un lugar gigantesco donde se vendían camellos. Tenía un enorme patio columnado, y aquellas columnas servían de escondite para Shamsa y las hermanas de mi padre. Detrás de cada columna se escondía una mujer: la madre armada con la esponja, las hermanas, cada una con distintos instrumentos de tortura: la jofaina de agua, el jabón y la toalla.
Fahed entraba en el patio, como de costúmbre saltando, brincando y alegre en busca de alguna distracción; pero derrepente se detenía bruscamente...aquel silencio sepulcral le hacía sospechar que sobre él planeaba la confabulación....
En un momento, y sin tregua, su madre gritaba: ¡A por él!... Y todas saltaban sobre mi padre mientras se revolvía como gato encerrado, y en un abrir y cerrar de ojos, lo duchaban rápidamente. Era o todo o nada, y había que ser más audaz que la pantera.

Por aquel entonces, Siria era una colonia francesa. El día, en el que los franceses se retiraron de la zona, mi padre decidió asaltar, como el resto de los niños, el cuartel, para ver lo que podían robar. Cuando Fahed llegó al cuartel de los franceses...ya nada quedaba allí...Pensó que quizá habrían folios y lápices para poder dibujar...pero ni siquiera eso; al final, encontró una pila de granos de maiz y decidió robarlos. Llenó los bolsillos de su chilaba hasta los topes y salió por la ventana del cuartel corriendo como una gacela. Cuando llegó a su casa gritó: ¡Mamá, mamá!, mira lo que os he traido....
En seguida se dió cuenta de que sus bolsillos estaban vacios. Durante la escapada no se había percatado de los enormes rasgones de su chilaba y por allí había perdido todos, todos, todos los granos de maiz.

La vida de mi padre estaba llena de actividad en aquella laguna de desierto. Su padre, Abdel.rasak era coronel. De orígen iraquí se casó con una siria y vivieron pocos años en Deir Al-Zoor, para luego trasladarse a un pueblo más al norte llamado Hasaka. La casa de Hasaka no cambió durante generaciones. Era una casa de adobe, con una parte cubierta para la época de invierno y otra parte descubierta para dormir y hacer vida en verano. Allí vivían con las cabras y el viejo coronel se pasaba largas horas sentado en el umbral mientras fumaba tranquilamente y pensaba ¿dónde estaría su hijo Fahed?.
LA VIDA EN HASSAKA



La vida en Hassaka era una prolongación de la vida en Deir Al-Zoor; allí pasó su adolescencia mi padre. Allí le cortaron las trenzas pero no le dejaron sin fuerzas como a Sansón, pues él continuó teniendo la misma vitalidad de siempre. Mi padre se fue convirtiendo en un mozo muy guapo y llevaba locas a todas las muchachas de la aldea...por supuesto, Fahed era consciente de eso y acentuaba más sus atractivos, siempre vistiendo de punta en blanco.

Cierto día, que mi padre había quedado con unos amigos, le pidió a su hermana Sabah que fuera a recoger la única plancha que la familia compartía y que estaba en posesión de la avara Ammuna (mi bisabuela), la cual guardaba celosamente en un arcón. Mi padre quería que le plancharan una luminosa camisa blanca...y así esperó a que su hermana regresara con la plancha. De tal guisa, esperó, esperó y esperó...hasta que su hermana regresó y con un hilillo de voz le dijo: "Hermano, la abuela se niega a dejarnos la plancha".

Mi padre la miró de reojo, se detuvo unos instantes a pensar, y volvió a decir: "Querida hermana, por favor, dile a la abuela, que su nieto Fahed necesita la plancha...sino quiere verme, al final tendré que ir yo mismo a por ella".

Era obvio, que la relación entre abuela y nieto, no había sido nunca muy buena; por tanto, mi padre, intentaba evitar al máximo un encuentro con la anciana.

La paciente Sabah regresó a casa de la bisabuela Ammuna y a los pocos minutos retornó... "Hermano, la abuela se niega a prestarte la plancha; y ahora que sabe que es para ti, me ha dicho que va a cerrar el arcón con candado".

Mi padre miró a su hermana, respiró profundamente y se levantó de su asiento automáticamente. Marchó hacia un lado le la casa y cuando regresó, portaba entre sus manos una enorme hacha.

Muy serio se encaminó a casa de la bisabuela Ammuna, quien al verlo chillaba como un mono tití, mientras mi padre sin inmutarse y a golpe de hacha abría el arcón, cogía la plancha y desaparecía por el umbral. De lejos, aún se oían los bramidos y maldiciones de la abuela.

Así pues, Fahed planchó su camisa, se vistió, se perfumó y como un dandi salió a pasear con sus amigos. Cuando pasarón por la puerta de la casa de Ammuna, esta le estaba esperando en la entrada y entre dientes y calumnias intentaba sonreir para demostrarle a mi padre que no estaba en absoluto afectada:

"Miralo, que guapo, que bien planchada está su camisa....(maldiciones, maldiciones, bla,bla,bla), que te lo pases muy bien, guapo (insultos, maldiciones, maldiciones, bla,bla,bla)..."

Y de tal forma, mi bisabuela se quedó sin arcón y sin plancha.

Aquella plancha había sido mítica. Todo el mundo suplicaba su uso; pero la plancha era propiedad de la vieja Ammuna, mujer muy guapa pero muy envidiosa...Ammuna tenía un hijo, es decir, tío de mi padre, que llevaba tatuado un lunar en un lado de la nariz. Mi padre, siempre decía que le ponía enfermo ver a su tío, pues éste aspiraba compulsivamente de ese ala nasal, con un eterno ir y venir de mocos.

Pues bien, no recuerdo exactamente quien compró y regaló a cada varon de la familia una boina; pero el caso es que todos tenían su boina. Tíos y sobrinos.

La abuela Ammuna, como era tan lista y envidiosa, quiso que su hijo llevara la boina más arreglada que nadie; de tal manera, lavó la boina de su hijo, que estaba absolutamente nueva y por estrenar y la colgó del pitorro para que se secara al aire libre. Ammuna llevaba la intención de que la boina de su hijo fuera la más limpia, la que mejor oliera y después la mejor planchada...Pero, ¡cuál fue su sorpresa al recoger la boina del tendedero!. Aquella boina no volvió a recuperar jamás su forma original, quedando alargada como un cucurucho. Su hijo, al verla se lamentó y despotricó contra su madre, quien insistía en colocarsela en la cabeza con la esperanza de que recuperara su estado natural. Ni que decir tiene que la boina se petrificó y fue la mofa de todo el ámbito familiar.



Esas eran las anécdotas que nos contaba nuestro amado padre, pero nunca serán relatadas de la misma forma y simpatía... La vida en la aldea....tan sencilla y tan humilde...
Calle arriba, calle abajo paseaban; y digo calle, porque Hassaka sólo tiene una calle, y además escaseaba la diversión: tomar el té, charlar, comprar barras de chicle y masticarlas durante horas. Su hermano pequeño, Nemer, una tarde compró un gran trozo de chicle, recordemos que antes el chicle formaba un enorme lingote de oro que iban cortando como rebanadas de pan; pero Nemer no lo quiso repartir con el resto de sus hermanos y se lo metió todo en la boca....¿existía humano en el mundo que pudiera despegar sus dientes?...
Como se puede apreciar, aquella vida en el páramo era muy sencilla y los acontecimientos eran pequeños aunque percibidos y observados minuciosamente por sus gentes..., pero un día Fahed y sus amigos fueron vendecidos por Dios... viviendo algo sorprendente. Dormían en el desierto cuando una rafaga de viento los despertó, a ella iba unida una luz espiritual...era la aurora boreal...Todo se llenó de estrellitas luminosas diminutas y mi padre y sus amigos, riendo, saltando y corriendo cara al viento, se impregnaron en un baño de estrellas. Personalmente, opino que aquel acontecimiento hizo de mi padre una personá magicamente más extraordinaria.


La historia del bolígrafo:

Mi padre tenía un bolígrafo que estimaba mucho. Era el bolígrafo de su anciano padre y poseía una leyenda excepcional.

En efecto, aquel bolígrafo de oro era muy apreciado, pero un día el infortunio sobrevino a tal valorado objeto.

Abdl-rashak, mi abuelo, llevaba el bolígrafo en el bolsillo de su chilaba el día que viajaba a Damasco a visitar a un amigo. Durante el trayecto en autobus, mientras cruzaban el inmenso desierto, el anciano se durmió y al despertar no se percató de la perdida del objeto protagonista de nuestra historia.

Más tarde, ya en la ciudad, se dió cuenta de que había extraviado el bolígrafo, y ni qué decir tiene que tuvo un disgusto tremendo; regresando a Hassaka con una sensación de desilusión y de haber perdido a un ser querido.

Un año más tarde, caminando por su ciudad, se cruzó con un hombre con el que chocó; y ámbos continuaron caminando y siguiendo sendas y diferentes trayectorias; Pero un transeúnte que todo lo había observado, detuvo a mi abuelo diciendole:

"Disculpeme señor, pero lleva enganchado en su pañuelo (con el que se cubría la cabeza) un bolígrafo de oro. Cuando ha pasado por al lado de aquel hombre, he visto que el bolígrafo se le enganchaba al pasar junto a él"

Era como si el destino y la voluntad de aquel bolígrafo, al ver pasar a mi abuelo, hubieran hecho que el objeto saltara del bolsillo de la camisa de aquel señor al pañuelo de mi abuelo.

Por supuesto, mi abuelo reconoció al instante su bolígrafo, explicandole al peaton que en realidad él era el propietario.

Años más tarde, mi abuelo se lo regaló a mi padre con mucho amor, y mi padre lo guardó siempre con gran celo y cariño.



(En esta foto aparecen mi abuelo y mi abuela frente a la puerta de su casa de Hassaka, junto con unos vecinos el día de la famosa riada en el pueblo)


Esta es la canción que le dedico a mi padre. Hace un año, estuvo muy malito y durante un mes permaneció en la UCI de la Fe en Valencia. Estuvo en estado comático y las enfermeras aseguraban que aunque le pusieran el micrófono para oirnos, pues nosotros permanecíamos tras la ventanita de cuidados intensivos; él no nos podía oir. Sin embargo, tres veces al día yo le contaba historias a través del microfono y le cantaba esta canción del poeta Yobran Halil Yobran y que canta esplendidamente la cantante libanesa Fairuz.

¿Sabéis cómo llegó mi padre a España?

Mi padre estaba estudiando segundo de agrónomos en su tierra, aprendió a diferenciar un rabano de un pepino, se metió en todos los conflictos de agricultores y reparto de grano. Se metió en todos los líos antisistema y tras muchas andanzas acabó trabajando en un hotel de telefonista. Estando en esta tesitura, un buen día decidió intervenir en la conversación de dos hermanos muy conocidos que gustaban de gastar sus acaudalados bolsillos en apuestas de toda índole.

Los hermanos se afanaban en una calurosa disputa mientras fumaban en narguile y bebían te: Apostaban a que nadie era capaz de vivir con 30.000 de las antiguas pesetas durante un año en un país de Europa...

Mi padre estuvo escuchando durante un buen rato y al final decidió arriesgar: se presento a los hermanos sudies y aceptó la apuesta.

Buscaron en un mapa y mi padre eligió España. Le dieron el dinero y se lanzó al mundo. Durante un largo año, sin conocer el idioma, sin tener familia ni amigos vivió en España con la condición de escribir cada mes sus experiencias a ámbos hermanos. Y así lo hizo. Lo hizo de tal forma que permaneció en nuestro país 48 largos y maravillosos años.

A mis padres dedico esta canción de Kazem Saher: "Aumenta mi amor o más enamorado de Sidin"


Pincha aquí y la oirás http://video.google.es/videoplay?docid=-4106739424577328558&ei=QpKySMaZMYmgjQKxiuj5DA&q=kathem+el+saher&vt=lf&hl=es


Y aquí esta su autor, un iraquí muy popular y que personalmente me encanta.