viernes, 28 de marzo de 2008

MI SEGUNDO Y MÁS FASCINANTE ENCUENTRO CON IAN MCCULLOCH












Murcia, maravillosísima ciudad. Ayuntamiento de Murcia, maravillosísimo ayuntamiento. Concejal, maravillosísimo concejal. Universo pop, director maravillosísimo del Universo pop. Todos ellos hicieron mis sueños realidad. Mil veces gracias.
Tras haber dado el coñazo durante aproximadamente 3 meses al paciente concejal del ilustrísimo Ayuntamiento de Murcia, para que me permitiera hacer la entrega de mis cuentos dedicados a Echo and the Bunnymen, llegó el ansiado y esperado día.
Me gasté en peluqueria 150 euros...ahora bien, estaba divina de la muerte. Pintada como una mona, salimos mis amigos y yo, a la 1'00 del medio ,día rumbo a Murcia. Creo que ese día llegué a perder unos 4 kilos, y ya estoy bastante pasadita; pero era tanta la emoción, la incertidumbre y los nervios, que llegué consumida al concierto.
Como de costumbre, dí la brasa a seguridad, les comí el coco a todo aquel personal que me pudiera poner ante Ian McCulloch; incluso enganché a un pobre marroquí del servicio de limpieza que me miraba suplicando a Alá para que le dejara en paz.
Pasaron las horas y no veía ni al concejal del Ayuntamiento ni a mi queridísimo Beningno, director de Universo pop. Derrotada, me senté sobre el cesped, con mis cuentos en el regazo, y una cervecita que me hiciera digerir que no iba a tener suerte esa noche...
Pero, yo soy la Sisna, soy la Fosi, y a mi nada se me resiste... Acosé a todo el público esperando a que alguien me dijera dónde estaba el concejal del Ayuntamiento de Murcia. Por fín , una buena alma piadosa me indicó el lugar exacto de su ubicación.
Así pues, engatillé al concejal diciendole:
"Usted, me lo prometió"
Al cabo de un rato, el concejal regresó con unas pulseras de prensa indicándonos:
"Pasad a la rueda de prensa, os sentais bien calladitos al final y cuando termine la rueda, intentais darle los cuentos a Echo and the Bunnymen"
Comencé a temblar cual mariposa sobre una flor movida por el viento (el viento de Poniente).
Pasamos a la zona de los artistas y un guardia de seguridad (el Pirata) nos hizo el alto:
Me tocó pagarle un cubata a dicho personaje, y debimos caerle en gracia porque nos tomó nuestros números de teléfono para cuando fuera a Valencia (explicaba que en Valencia se hacía un buen chocolate, pero creo que no se refería al de los churros).
Al cabo de un rato, apareció Benigno y nos informó a todos de que a Mr. McCulloch le dolía la cabeza y que quizá tras el concierto daría la rueda de prensa.
Benigno se dirigió a mí y me dijo:
"No sé si vas a tener suerte hoy...de todas formas, tu dices que son simpáticos pero yo los veo un poco secos..."
Snif, snif, snif...me tragué el concierto, grité, canté, baile y salté, carpeta en mano.
Después, ya no me quedaba ni pintalabios, ni rimel, ni leches en vinagre.
Volvimos tras el concierto al lugar donde estaba el Pirata, el guardia de seguridad, que había cogido una cogorza de cuidado. Nos contó que él tenía un pluriempleo, pero que en realidad trabajaba en Miami en una discográfica o algo así.
Por fín, reapareció Benigno y nos dijo a todos:
"Entrad que vienen ya"
Humildemente, permanecí apoyada en la pared,cual pajarillo en rama, esperando mi momento.
Estuvieron haciendole preguntas, la verdad bastante estúpidas, e incluso uno de mis amigos, como iba embriagado de cerveza y de celos, se atrevió también a hacer preguntas.
Yo pensé:
"¡¡Pero este tío de que va!!!
Luego Ian McCulloch dijo (flipad):
"La única mujer de la habitación no me ha hecho ninguna pregunta"
Ni qué decir tiene, que en aquella habitación habían más de una mujer. Pero yo era la ÚNICA.
Tras aquello, me escurrí avergonzada, y permanecí sentada con la mirada al suelo....TA, TANNN
A la salida, Ian McCulloch se apoyó en la pared y esperó a que la traductora le explicara lo de mis cuentos dedicados a Echo and the Bunnymen.
Los ojeó y se rió. Luego me invitó a su CAMERINOOOOOOOOOOOOOOOOOO.
Fuí.
Fuimos....
Allí otro guardia de seguridad nos dió el alto y no nos dejó pasar. Bueno a él si.
Al cabo de un rato (ni qué decir tiene que yo estaba negra) pudimos pasar.
En aquel lugar, sobre el verde cesped, habían montado como unos chiringuitos y estaban tomando cerveza alrededor de una mesa. Ian McCulloch no estaba. Estaba con otros miembros del grupo haciendo algo a oscuras en el camerino.
Estuve hablando con Will Sergeant, el cual fue bastante antipático, y le regalé una copia de los libros y una pulsera de plata realizada por mis lindas manos. La pulsera no le cabía. Le venía pequeña. ¿Quién iba a pensar que tuviera aquellas muñecazas?.
Pasó un instante, pasaron los segundos, pasaron los minutos, pasaron y pasaron y pasaron... Y vino a mí...se sentó junto a mí, estuve muy, muy, muy, pegadita.
Me confirmó que le habían gustado mucho los cuentos. Después se dejó querer un poquito. Le coloqué la pulsera, que con mis blancas manos había hecho en plata, expresamente para él, y que por cierto, le estaba perfecta de tamaño, y luego aproveché cual rata para tomarle la mano. Su manita, su linda manita. Manita con manita. ADN con ADN...y le dije:
"Ahora, ya puedo morir en paz"
Ian McCulloch se rió, se sorprendió y me dió el gustazo de plantarme DOS BESAZOS en las mejillas. Después desapareció como un angel.




º

martes, 25 de marzo de 2008

TODO MENOS CON WANSA Y LA HISTORIA DE LALU

Dedicados a Echo and the Bunnymen

TODO MENOS CON WANSA:

Había una vez, en tiempos lejanos, una aldea pequeña llamada Maalula, donde vivía un hombre de carácter tranquilo y amante de su familia y de su trabajo. El hombre vivía con su esposa y su anciana madre: Wansa.
A la vieja Wansa le encantaba hablar, y os aseguro que no existía sobre la tierra persona más charlatana que ella. Era tan pesada, que llegaba a ser realmente insoportable. Hablaba sin interrupción, molestando a todo el mundo y muy especialmente a la esposa de su hijo, por lo que un buen día se dirigió a su marido con esta rotundidad:
"Ciertamente no estoy dispuesta a perder el resto de mi vida con tu madre, no la aguanto ni una hora más...te pido, te suplico, te ruego y te imploro que acabes con ella...
Ante este ultimátum, Salíh, su marido, estuvo meditando largo tiempo. En verdad, que él también se sentía maltratado y humillado por su anciana madrel. El problema no radicaba en el hecho de que Wansa no dejara de hablar, sino en la cosas tan horribles que vociferando decía:
"¡¡Eres tonto, feooo, inútil, gorrrdo!!!. Si continuas engordando te venderé en el mercado como a un cerdo, bla, bla, bla...¡¡¡Sucio!!!, ¡¡¡Repugnante!!!, POOOBRE DE MIIII...¡Es demasiado tarde!...¡Cuando estos ojitos se cierren lamentarás y llorarás a tu paciente madre...!¡Ay, me estas matando y volveré a por tí desde el infierno...!!!!, bla, bla, bla...Eres tan burro que no se que hacer ya contigo...servirías como mulo de carga, mequetrefe, bla, bla, bla...No tratas bien a tu dulce madre, eres un EGOISTA, bla, bla, bla...¿Por qué no me sacas nunca a pasear?...¿acaso te avergüenzas de tu madre?...Sácame a pasear, sácame a pasear, SACAME A PASEAAAAAARRRRRRR!!!!!!
Sálih, ya no podía más, y pensó que ese sería el método para acabar con su tremenda madre: un largo paseo sin retorno...

Así pues, una noche de luna llena, la invitó a charlar lejos de la aldea. Las calles estaban desiertas y Sálih sospechó que sus vecinos habían huido al ver a la vieja. De este modo, caminaron hasta las afueras de Maalula donde todo es desierto rocoso; y mientras andaban y charlaban, o mejor dicho, mientras andaban y charlaba, vieron en el horizonte el famoso pozo del diablo.

Hasta allí fueron acercándose poco a poco y cuando estuvieron cerca del pozo, Sálih se situó detrás de su madre propinándole un puntapié en sus gigantescos glúteos y en tanto, la anciana se precipitaba por el profundísimo pozo aullaba:

¡Hijo mío, hijo mío, creo que tropecé con una piedra y he caído en este maldito pozoooo...imbécil, ayuda a tu pobre madre...

¡Pof!, se desplomó en el fondo del pozo. Simultáneamente su hijo escapaba glorioso hacia la libertad.

Al principio, Wansa se sentía confusa ya que la oscuridad le impedía ver bien el entorno, hasta que sus pupilas se habituaron a la falta de luz, y fue entonces cuando se percató de que no estaba sola, pues junto a ella se hallaba sentado un hombrecillo: el diablo.





¡Ah! - gritó Wansa - pero, ¿quién eres tú?...que cara más fea...eres un enano...tu nariz es más larga que tú...y esos cuernos...¡que asco!- y escupió en el suelo en un acto de repulsión.



Los días pasaron y Wansa disfrutaba insultando y pegando con el zapato al pobre diablillo. El diablo, que de tantos años de paz y soledad, reflexión y meditación había gozado, vió truncada la tranquilidad de su apacible existencia. Al poco tiempo, ya no podía soportar más su vida con Wansa, escapando como alma en pena.



Y así, tras muchas andanzas, llegó el diablo a un palacio situado en lo alto de una colina y en aquel lugar se introdujo en la cabeza de una princesita. La princesa enloqueció.



S

u padre, el rey, estaba muy preocupado y muy triste. Solicitó la ayuda de todos los sabios del reino, pero no obtuvieron ningún resultado. La princesa loca lloraba y se contorsionaba de dolor.





Pero un día entre los días, arribó al reino un anciano sabio que se presentó al monarca diciendo:



Rey de los tiempos, la princesa está loca porque tiene el diablo dentro del cuerpo -y aseguró - No os preocupéis...poseo el tratamiento para su curación.



Entonces el soberano contestó:



¿Cómo?.



Y el anciano dijo:



Déjame con ella unos momentos...

Cuando entró en los aposentos de la princesa enferma dirigió sus preguntas directamente al diablo:

¿Cuáles son los motivos que te han empujado a poseer a esta hermosa e inocente princesa?- asentó

Soy el diablo del pozo de Maalula- afirmó el demonio - Yo vivía feliz en las oscuras profundidades de mi pozo, pero una octogenaria cotorra irrumpió en mi hogar haciéndome la vida imposible y obligándome a huir- concluyó

Entonces, el anciano sabio siguió interrogando:

¿Por qué no abandonas a esta infeliz y te marchas a los 70 infierno?...¡Vete!- le increpó

Nunca me iré- replicó el diablo.

Ante esta respuesta, el longevo sabio extrajo de su bolsillo un pimiento morrón, lo acercó a la nariz de la princesa, la cual estornudó un estornudo tan estrepitoso que temblaron las paredes de todo el palacio.
Y en ese mismo instante, salió el diablo por la nariz de la princesa bramando y refunfuñando.

El anciano lo atrapó rápidamente, lo metió en una botella de cristal, cerró la botella y se encaminó a las afueras del reino.

Dentro de la botella, el diablo imploraba:

¡Todo menos con Wansa!...¡todo menos con Wansa!

Pero el anciano no escuchó sus súplicas viajando hacia Maalula en busca del pozo y cuando lo encontró, tiró la botella en su interior y después selló el pozo con una enorme y pesada losa de piedra.
Es así como el diablo quedó prisionero. Y es así como quedó prisionero al lado de Wansa para toda la eternidad.

Muchos de los habitantes de Maalula cuentan que cuando pasan cerca del pozo escuchan dos voces. Por un lado, una fina vocecilla que suplica:

¡Salvadme de Wansa!

Y por otro lado, la ajada pero tirana voz de una vieja que gruñe:

¡Que dios te agarre maldito diablo!


FIN


LA HISTORIA DE LALU:


Conocí a Lalu en la Escuela Oficial de Idiomas, durante el primer curso de lengua árabe. Mi primera impresión, e imagino que un poco la del resto de alumnos, era que aquella chica retraída tenía un serio problema que no sabría definir.

Lalu no hablaba con nadie, sólo con Deidi, una chica que se sentaba a su lado y que tras el transcurso de un mes dejó la escuela.

Deidi era estudiante de arqueología, y su afán por los estudios le acercaron a mí durante aquel primer mes, puesto que hacía unos años había acabado la carrera de historia, especializándome en dicha disciplina.

En realidad, cuando se producía un acercamiento entre Deidi y yo, se podía oler el odio que Lalu emitía por todos los poros de su piel.

Aquella chica era extremadamente complicada y a todos nos daba miedo y también compasión.

Cuando Deidi se retiró de la escuela, Lalu permaneció absolutamente sola, sentada en una esquina del aula junto a la ventana y sin mediar palabra con sus compañeros. Sin embargo era curioso y chocante, que nuestra protagonísta era la que más intervenía en las clases y la que más estudiaba; y cuando se reía contagiaba a todos con aquella risita nerviosa.

Llegó el verano y con ello el final del curso escolar, los exámenes y demás. Pero Lalu continuaba sin relacionarse con el grupo; hasta que un buen día nos tomamos un café. Desde aquel día fuimos amigas del alma. Después, ella tomaría la decisión de su vida; probablemente la decisión más importante y que muy pronto entendí al conocer a su extraña familia.

Lalu se fue de casa, pero se fue de casa para trabajar como enfermera en un hospital de Albacete, y con ello establecer una prudente distancia entre ella y su familia. A pesar de ello las cadenas genéticas invisibles fueron permanentes e invencibles.

El irse de casa, supuso para Lalu una bocanada de aire fresco y una oportunidad para ser ella misma.

En efecto, cada vez que nos reencontrabamos me dejaba perpleja el cambio radical que había experimentado. Era una chica físicamente "extraña" y muchos la veían fea; pero eso era porque no se habían fijado en su particular belleza. Sus rasgos eran casi perfecos: nariz recta y pequeña, ojos equilibrados, boca definida, orejas pequeñas y delgada como un alfiler.

No obstante, el conjunto era un...¿caos?..., ella se sentía un monstruo y por este motivo descuidaba su imagen.




(foto obtenida vía internet, sátira de los cinco elementos de la alquimia)

Pelo encrescapo, tez amarilla, cejas pobladas y desiguales, todo ello acompañado de una ropa anticuada que no correspondía a su edad.

Sin embargo, comenzó a cambiar poco a poco: la primera vez que nos encontramos llevaba los labios pintados ; la segunda vez que nos encontramos se había cortado y alisado el pelo, e incluso se había atrevido con unas mechas, y se inició en los vestidos románticos de primavera. Así fue transformandose paulativamente.

Posteriormente, Lalu me confesó que había estado acudiendo a una psiquiatra porque tenía grandes ataques de ansiedad e incluso acudió una noche a urgencias convencida de que estaba sufriendo un infarto. Pero mi amiga sabía que la psiquiatra sólo le sacaba dinero y jamás le daba soluciones. Se sentaba ante ella con mirada inquisitiva esperando a que el reloj le señalara el final de la sesión.

De esta manera, mi amiga, sintiéndose profundamente desatendida comenzó a automedicarse y eso fue lo peor que pudo hacer, ya que aunque fuera enfermera y tuviera acceso a todos los medicamentos, carecía de conocimiento médico y arriesgaba atrozmente su salud mental.

¿Por qué ingería tantos antidepresivos y ansiolíticos?; En primer lugar, comencé a sospechar de su familia, ya que cada vez que Lalu aparecía por Valencia, se negaba a que la recogiera en su propia casa. Y en efecto, el día que cedió y me dejó conocer su ambiente...ALUCINÉ...

Se trataba de una enorme casa de principios del siglo pasado, situada en la pedanía de Almaut en mitad de la nada; kilómetros de campos de naranjo y de cebolla, y en el horizonte la lejana autopista.

El interior de la casa era francamente oscuro. De estancias amplias y profundas, como si te engullera hacia su interior.



(He tomado esta foto de una barraca valenciana de internet, porque para esta historia no pinté nada)

El elevado y puntiagudo techo del enorme salón recordaba a una época ya lejana; y los muebles eran igualmente gigantes, antiguos, rurales, e hirientes.

No obstante, lo que más me impactó en cuanto a elementos puramente ornamentales, fue la habitación de mi amiga. De pared a pared, de rincón a rincón, cientos de estampitas de la virgen y de todos los santos, velas, velorios y cirios formaban un colosal altar de protección. ¿A quién o a qué temía Lalu?...¿acaso temía a su padre?...en verdad, era un hombrecillo repugnante. Un hipocritilla, mentiroso, ludópata, egoísta, pero de apariencia simpática y campechana. Un afable y viejecito agricultor...

O...¿acaso temía a su madre?. Desde luego, si ella no la temía, porque evidentemente era su madre, a mi me acojonaba...E incluso llegué a pensar que en cualquier momento de descuido, me pegaría a traición un estacazo por la espalda, me trocearía y me cocinaría. Me recordaba a las famosas envenenadoras de Valencia: gorda, desagradable, de ojos punzantes y lastimera y falsa vocecilla...queriendo demostrar la fragilidad de la que carecía.


De hecho, aunque sus padres aparentaban estar felices porque su hija tenía por fin una amiga...yo, que de idiota no tengo un pelo, sabía que esto les jodía en el alma. Su hija se había ido de casa a trabajar fuera de sus naranjos, y todo me señalaba como incitadora y conductora de esta decisión.

(Este es un retrato que me hizo mi padre, Fahed Kubessi, hace muchos años y que aprovecho para ilustrar mi narración)
Por aquel entonces, en cuanto a lo que a mi vida atañe, me había separado el mismo año de establecer amistad con la protagonísta de esta historia. Así pues, mientras Lalu intentaba estabilizar su vida, yo intentaba darle una nueva forma a la mía.

De tal manera transcurrieron los años, y en tanto que mi situación económica era un desastre, la de mi amiga iba a toda vela. Mérito tenía la muchacha, pues se tragaba todos los turnos de noche en el hospital. Ayudaba económicamente a sus padres, pagaba sus gastos e incluso me ayudaba a mi comprándome alguna pulserita (por aquel entonces comenzaba a iniciarme en dicha actividad).

Pero siguiendo con la narración...lo más importante era que Lalu era ya casi una persona normal, y tenía un sentido del humor extraordinario. No obstante, de vez en cuando se presentaba más alterada, más caótica y en retroceso. Entonces pensaba: "Dios mío que no vuelva a las andadas". Me preocupaba realmente su salud mental, y muchas veces le preguntaba: "¿Estás mejor, verdad?"...y ella me contestaba: "Aún me queda mucho".

Tal vez le parezca al lector, que esta historia da saltos o va deprisa, pero así era la relación con mi amiga. Así pues, de tal forma y sin más demora les contaré la historia de mi amiga:

Aquella tarde, vino Lalu a la casa donde yo estaba alquilada. Nos sentamos en el salón frente a frente. Ella miraba al Norte, yo al Sur.... Nos reunimos para que le echara las cartas de la baraja gitana...

Al caer las cartas sobre el tapiz morado, me dí cuenta de que eran cartas muy extrañas:

"Has tenido una infancia muy difícil, en la que te has sentido rechazada e incluso maltratada...los niños te hacían burla...pero veo un niño de cabello claro que te quería mucho y del que estabas enamorada...sin embargo, no veo amor correspondido...Estas cartas son raras...aquí veo algo extraordinario, algo negativo y sobrenatural, es algo maligno que entró en tu casa y al que no pudiste vencer..."

Al oír estas palabras mi amiga permaneció perpleja en su asiento y me contestó:

LA CRUELDAD INFANTIL:

"Cuando yo era una niña, me sentía un monstruo, estaba terriblemente acomplejada, y el resto de niñas de mi colegio huían de mí al grito de : la mujer bigotuda!...; Me miraba al espejo y sólo veía una cara con pelo...pelo en el labio superior, pelo en el entrecejo, pelo en las mejillas...era realmente fea y estaba retraída y llena de odio. Entonces, comencé a estudiar como una loca y fuí la número uno en todas las asignaturas, destacando siempre sobre los demás en cualquier materia, por lo que creo que la gente aún me tenía más manía. Mi madre me ponía vestidos de muñeca anticuada y me dejaba el pelo suelto y largo hasta la cintura. Yo no soportaba mirarme al espejo...

Pero apareció un chico que hacía sombra a todos los que le rodeaban y aquel muchacho me trataba con cariño. Tal vez, confundí cariño con amor..; Pero cuando caminábamos juntos de regreso a casa, las demás niñas me hacían muecas de odio y burla"

Mientras mencionaba estas palabras, yo visualizaba perfectamente aquella escena, y pensaba sinceramente que hay mucha gente mala en el mundo, pues aquellas niñas hacían daño gratuito sin soñar tan siquiera en las secuelas que dejarían.

También recordé el retrato a óleo que le pinté y le regalé para demostrarle lo bonita que era en cuerpo y alma. Recuerdo que aquel día, lloró y rió de alegría al verse tan guapa...

"Aquel joven -prosiguió Lalu- pronto se fue alejando de mí hasta que un día me lo encontré paseando cogido de la mano de otra chica, una chica, no un hombre bigotudo como yo."
"Eso son tonterías Lalu -salté- ni tienes pelos ni eres un hombre...Lo que sucede es que tienes la autoestima por los suelos y pasas de arreglarte -continué- Yo también me depilo el bigote y me arreglo las cejas y me pongo espuma en el pelo para que no se me estrufe. No estoy de acuerdo contigo. El hecho es que no te arreglas, y lo que ves no corresponde a la realidad".

"Bueno, tal vez sea así - prosiguió- el caso es que en aquella época decidí olvidar a ese chico aunque aquello me costó mi enfermedad. No obstante, pasaron los años y yo seguía sin tener ni una sola amiga. Me matriculé en la escuela de enfermería y estudié por los codos. Quería ser la mejor, quería acabar pronto, quería ponerme enseguida a trabajar, conseguir el máximo de puntos posibles y largarme de este lugar infernal"

"Lalu, ¿por qué no me cuentas que es lo que sucedió en tu casa que tanto te asustó?...¿A qué se referían las cartas?...- pregunté con miedo.

Ella, sin vacilar me lo contó:

"Una noche de verano, estabamos esperando a mi padre que había estado trabajando en el campo hasta altas horas...pero pasaba el tiempo y mi padre no volvía a casa. Nuestros nervios estaban a flor de piel e iban acrecentandose con los llantos de mi madre. Sospechabamos que mi padre, jugador por naturaleza, se había ido a gastar el dinero en juego. Estabamos a tope de deudas y aunque él afirmaba invertir las ganancias en mejorar los campos, todos sabíamos que esos campos ya no daban frutos..."

LA HISTORIA MÁS ESCALOFRIANTE:

"La cabeza me iba a reventar de un momento a otro; mi madre no paraba de llorar y eso me enervaba más, y así chillé: ¡¡¡EL DIABLO SE APODERE DE TÍ, CABRÓN!!!
En ese preciso lapso apareció mi padre con su semblante más amable. Pero desde aquel día nada fue igual, la casa comenzó a sufrir transformaciones y parecía estar viva. Risas en la oscuridad, objetos que se movían, ventanas que se abrían y cerraban sólas, y todas las mañanas aparecía el enorme cuadro del salón girado boca abajo. Ese cuadro , te lo aseguro que ni entre dos hombres lo podían mover, por el pesado marco que lo ciñe.
No obstante, lo peor estaba por llegar. Una noche me levanté porque oía risas infantiles en el comedor. Todo estaba oscuro y no quise encender la luz de mi cuarto para no despertar a nadie. Así pues, me asomé desde mi habitación y no conseguí ver nada en el comedor debido a la oscuridad. Derrepente, vi claramente, como la puerta de mi casa se abría sola y desde el umbral se asomaba una niña con dos cabezas que me miraba nostálgicamente. Su espectral figura quedaba señalada por el fondo de los naranjos.
Atónita, casi me muero de un infarto, pero salí de mi asombro cuando mi madre apareció en la estancia encediendo la luz y preguntándome que hacía levantada. Ya nada había allí, sólo una puerta cerrada.
Pensé que me estaba volviendo loca, que quizá estaba sufriendo un brote psicótico esquizofrénico. Más debía ser algo contagioso, porque mi padre y mi madre también empezaron a verlo y me culparon de ser la causante de haber traído al seno familiar al mismísimo Satanás.
Muchas noches oía gritar a mi madre en su cama. Angustiada aseguraba que le habían intentado estrangular, que la agarraban de los pies para que no se pudiera mover o bien, que algo o alguien se recostaba sobre ella para inmovilizarla. Y aquello era cierto, porque aquel diablo también venía a mi cama.

Primero me despertaba al oír su fuerte y acelerada respiración, e incluso podía sentir el calor de su aliento. Después una enorme fuerza se recostaba sobre mí e intentaba estrangularme. Yo miraba las imágenes de todos los santos, suplicando ayuda. La fuerza iba cesando poco a poco hasta desaparecer...
El día que decidí irme de casa definitivamente, coincidió con una propuesta de trabajo en Murcia; y encantada, acepté.
Aquella tarde de primavera salí a pasear por los campos de mi padre y mientras caminaba escuché muy cerca los pasos de alguien: alguien que me iba siguiendo. Pisadas crujientes sobre las hojas secas caídas de los árboles. Me detuve varias veces para ver quien me seguía... A medida que aceleraba el paso, la presencia también lo aceleraba, así como su sofocante respiración. Eché a correr y la bestia echo a correr; hasta que exhausta interrumpí la marcha y comencé a insultar a aquel demonio.

Cuándo regresé a casa, busqué una maleta e inicié mi equipaje. Ese fue el final de la historia.
Mi madre se pasó días limpiando, primero fregó el suelo de toda la casa con agua clara y amoniaco, después con agua y vinagre y finalmente con agua y aceite de ruda. Al limpiar esquina por esquina descubrió que en una de ellas había una enorme baba o mucosidad que le costó mucho extraer.
Tras escuchar su sorprendente relato, reflexioné y dije:
"Esta historia que me has contado es ciertamente extraña...y te diré que entre los años 1980-1983, cuando veraneábamos en Requena, en una urbanización en mitad del monte, nos sucedió algo relacionado con lo que me acabas de relatar:
Ya sabes que mi madre esta casada por segundas nupcias y que por lo tanto existen un ex-marido y una ex-mujer. Pues bien, aquella noche de verano, allá por los 80, nos encontrábamos tomando el fresco en el pórtico del chalet que mi madre había alquilado para las vacaciones; Escuchábamos a los grillos y a algún que otro sapo en la oscuridad de la noche, cuando vimos por la carretera que un coche se acercaba sigilosamente hasta la entrada del jardín. Era obvio que sus tripulantes no podían vernos porque nosotras habíamos apagado todas las luces para no atraer a los mosquitos; pero nosotras sí podíamos verlos a ellos...
Al volante, la ex-mujer del marido de mi madre. De copiloto, otra mujer cuyo rostro no olvidaré jamás. La acompañante se apeó del vehículo, apresuradamente se acercó a la valla, apresuradamente lanzó algo muy cerca de nosotras, apresuradamente regresó al coche, subió, cerró la puerta y apresuradamente huyeron por donde habían venido...
Perplejas, intentamos ver lo que nos habían lanzado, pero al ser de noche, la oscuridad era completa y todo se confundía con la naturaleza.
A la mañana siguiente descubrimos el objeto misterioso: una asquerosa baba gelatinosa. No me preguntes su utilidad porque lo ignoro. Lo que sí puedo decirte, es que poco tiempo después, pudimos ver en la televisión a aquella mujer que nos había lanzado la mucosidad. Se trataba de una bruja de dudosa magia blanca, que relataba a los telespectadores todo lo relacionado con la brujería en España, asegurando que los puntos más calientes se encontraban en la Comunidad Valenciana".
Mi amiga permaneció pensativa un buen rato y luego, como si hubiera abierto la caja de Pandora exclamó:
"Pocas horas ante de la noche en que estuvimos esperando a mi padre, habían venido a visitarme dos chicas de la escuela de enfermería. Venían a pedirme unos apuntes. Me extrañó que solicitaran mi ayuda, porque nadie quería mi amistad y porque la pedanía en la que vivimos está en el fin del mundo. También me resulto muy raro que tuvieran tanto interés en que les enseñara la casa. Seguro que fueron ellas las que me tiraron la baba..."

Entonces sentencié:
Seguro.

Mi gran amiga, regresó a Murcia y allí continuó ejerciendo su labor felizmente...de momento.
HISTORIA DE UNA DESDICHADA ALMA QUE ESPERÓ Y ESPERÓ:
"Lalu, ¿tú crees en la vida después de la muerte?" - le pregunté un día a mi amiga.
"Por supuesto" -ella me contestó.
Lalu llevaba más de un año trabajando en Murcia, ella me había contado muchas veces lo que experimentó la primera vez que vió a un muerto. Esa sensación de que el alma de aquellas personas se había marchado hacía días e incluso semanas y que sin embargo los médicos y enfermeras cuidaban de un cuerpo cuya alma ya no estaba. Cuando por fín la envoltura humana dejaba de resistir, allí sólo quedaba cartón. Un cadáver es como un ninot de falla, decía Lalu. Esta hueco. Se nota que no hay alma.
Después me narró lo de aquel anciano enfermo.
Era un hombre cuyo estado de enfermedad era muy grave, era un anciano al que ningún familiar iba a visitar. Estaba en aquellos momentos finales de su vida absolutamente sólo. Él y la muerte esperándole.
Mi amiga, que tenía un corazón de oro, sufría mucho por el anciano, y en la medida de sus posibilidades decidió atenderle y acompañarle hasta el último instante de su vida.
Cuando el enfermo veía a mi amiga, alegre exclamaba: "¡Ya está aquí mi Lali!, te estaba esperando y me estaba preguntando ¿dónde estará mi bonita enfermera?...¿me habrá abandonado por otro octogenario enfermo?".
Mi amiga se reía y pasaba largos momentos leyéndole un libro, contándole cosas de sus estudios, de sus proyectos, y un sin fin de anécdotas que le hicieran la estancia más agradable en el hospital. De esta manera pasaban y pasaban los días.
Pero Lalu llevaba mucho tiempo alargando su permiso de fin de semana por quedarse con aquel hombre, incluso había llegado a enlazar las horas del turno de noche con las del turno de día para poder atenderle ella también.
Aquella semana habló con el médico que llevaba al enfermo y éste le dijo que se marchara tranquila a su pueblo, pues ella tenía una familia y no podía responsabilizarse de una persona ajen a su vida, ya que, aunque fuera un ser humano, se le debía considerar profesionalmente como un enfermo más.
Así pues, Lalu hizo caso al médico, y aquel fin de semana la tuvimos de nuevo entre nosotros. Ella estuvo padeciendo los tres días de permiso: " Estoy muy preocupada...¿y si le ha pasado algo?...la muerte es más dura en soledad...¿quién le cogerá la mano?...estoy desenado volver".
Llegó el ansiado lunes y como una flecha salió disparada en el primer autobús de la mañana rumbo a Murcia. Tras unas horas de viaje arribó a su destino; dejó la maleta sin deshacer en el apartamento y se fue al hospital.
Cuando entró en la habitación del anciano moribundo, él se reclinó un poco para mirarla y como si no entendiera, preguntó con un hilillo de voz:
"Lali...¿me ahogo?"
Y en ese preciso momento falleció.
Ahora estoy segura de que él había estado esperándome todo el fin de semana para despedirse. Esa es la grandeza y el misterio de la vida...
Lalu continuó trabajando durante tres años en diferentes hospitales del país y en diferentes departamentos: geriatría, pediatría, urgencias generales. Recuerdo que un día me contó que estando trabajando en Ibiza en el departamento de urgencias entraban muchos famosos con sobredosis de estupefacientes o en como etílico. E incluso me llegó a contar que llegaron a tener serias dificultades con un hombre para extraerle un bote de la marca Nocilla que se la había metido por el culo.
Entonces le pregunté a mi amiga:
"¿Por qué se metió un bote de nocilla por el culo?"
Y ella me contestó:
"Hija mía, hay mucho degenerado sexual y muchas formas extrañas de masturbarse; Te puedo asegurar que estuvimos horas intentando lubrificarle el ano y al final tuvieron que recurrir a la cirugía."
De esta manera, podría narrarle al lector un sinfín de anécdotas hospitalarias de mi amiga. Lo que está claro es que estuvo trabajando contínuamente e incluso el último año estuvo en un psiquiátrico que la llevaría al desequilibrio nuevamente.
LA HISTORIA DE LA PATATA:
Lo que realmente acabó con el estado mental, inestable ya de por sí, de Lalu, fue regresar definitivamente a su tierra natal para hacerse cargo de su tío materno. Fue sencillamente obligada por su familia, pues tenía el deber moral, como enfermera, de cuidar de su tío. Es gracioso, Lalu, también tenía otra hermana, al parecer mucho más inteligente.
En aquellos momentos se encontraba finalizando su contrato en el psiquiátrico antes mencionado, así es que comenzó a pedir más permisos, y al final acabaron por no renovarle.
El tío de mi amiga era un alcohólico absolutamente acabado que vivía en la más contundente de las miserias. Al parecer, durante su juventud había sido hasta guapo, pero también putero y jugador. Su chabola se ubicaba en uno de los campos de naranjos cerca de Mahuella. Y había estado olvidado durante años de la mano de Dios.
Cuando llegó al hospital clínico de Valencia, le diagnosticaron cáncer de laringe; Y era más que evidente, pues se le había formado una enorme bola cancerígena en la garganta. Era tal el bulto, que la gente apartaba la mirada con aprehensión.
Sin embargo, el tío de mi amiga estaba convencido de que se iba a curar fácilmente, así es que dejó de fumar y les dijo a los médicos:"Esto del tabáco es temporal, ahora cuando me quiten la patata volveré al pitillo"
Los médicos lo miraban sorprendidos, ya que sabían que el hombre tenía metástasis y estaba en fase terminal.
Una vez el hospital informó a los familiares de la tremenda situación del enfermo, les informó también de que el hospital no podía mantener a un enfermo terminal y que lo mejor era que muriera en su casa con los SUYOOS.
Lalu pidió a los doctores que le mantuviesen durante un par de días hasta que pudiera poner un poco de orden en la casa de su tío. Así pues, y acompañada de un inspector de sanidad, entró en el hogar de su tío. Lalu quería demostrar que aquella casa no reunía las condiciones necesarias para un enfermo terminal, por lo que el hospital clínico debía hacerse cargo de la situación.
Cuando entraron en lo que debía ser la sala principal, quedaron asombrados de la cantidad de mierda acumulada durante años. Las paredes no eran blancas sino negras de mugre. Los yonkis iban a chutarse también allí y el suelo estaba lleno de jeringuillas.
Los ocúpas habían convertido la estancia en una plantación de marihuana. El tío de Lalu los dejaba entrar, pues siempre iba borracho y a la deriva, tumbado sobre un colchón ennegrecido y habitado por numerosas colonias de chinches.
El retrete lo tenía junto a la cama y el olor que emanaba era realmente insoportable pues no había agua en toda la casa y allí estaban los excrementos depositados estratigráficamente. La cisterna estaba seca. Y al tío de mi amiga parecía importarle muy poco; Sólo, de vez en cuando, se iba con un cubo a la acequia para recoger un poco de agua.
Tampoco disponía de un sitio donde lavarse y en el hospital las enfermeras no soportaban su olor corporal, algunas de ellas no podían disimular sus arcadas y observaban con repulsión las costras de carroña que se le habían ido formando en la calvicie durante años.
Con esta visión tan onírica de lo que puede ser una vivienda, el inspector afirmó que aquel hombre no podía pasar allí el final de su existencia, pues no disponía ni siquiera de la infraestructura necesaria para que allí mismo le pudiera atender una enfermera. El inspector finalizó su informe y alegó que lo más conveniente era que la propia familia se responsabilizara de él, acogiéndole en el seno de su hogar.
Al oir esto, la madre de Lalu, hermana del enfermo, puso el grito en el cielo, negándose rotúndamente a esta solución.
El resultado fue que el tío de mi amiga ingresó en el hospital de Portacoelli para enfermos terminales. Y fue Lalu ,y sólo Lalu, la que se encargó de él; la que lo lavaba, la que le cambiaba el orinal cuando hacía aguas mayores, la que le daba de comer y la que lo sondaba, pues llegó con tal cantidad de mierda en el cuerpo, que sufría de una fuerte infección de orina. Mi amiga se peleaba con él, porque el hombrecillo, de vez en cuando, se arrancaba la sonda ( UAUHH, QUE DOLOR), y la tiraba por la ventana, cayendo en el balcón de una de las habitaciones inferiores. Después, ocurrió todo lo que conlleva esta horrorosa enfermedad: dolor, calmantes, pérdida de memoria y muerte.
Para entonces mi querida Lalu, y amiga del alma, ya había perdido del todo la razón.
DE REGRESO A LA E.O.I:

Lalu se instaló de nuevo en casa de sus padres e intentó hacer vida normal. Pero al parecer no lo consiguió, porque cada día que pasaba estaba más y más delgada: cadavérica.
Incluso llegué a telefonear a su madre con el objeto de preguntar si mi amiga estaba enferma, y parece ser que ella también estaba preocupada por su hija, pues únicamente comía una manzana durante el día. Al decirme esto, pensé inmediatamente en la anorexia ,y así cada vez que veía a Lalu, le insistía en su extremadamente delgadez, en el hecho de que aquello no le favorecía nada, y en el hecho que debía comer más. Tal vez fue esto lo que le molestó...
La cuestión es que nada volvió a ser lo mismo entre nosotras dos.
Ya en la Escuela Oficial de Idiomas (E.O.I), cada vez que me veía, huía a esconderse, daba marcha atrás, bajaba de nuevo las escaleras para no toparse conmigo, se escondía en los cuartos de baño, aceleraba el paso en la calle para no tener que saludarme, e incluso una vez que me la encontré en una tienda, llegó a esconderse entre los expositores...
Me era imposible hablar con ella, pues ya no compartíamos ni curso ni aúla. Yo estaba terminando la carrera y a ella le quedaba aún dos años, que fue el tiempo perdido durante sus trabajos fuera de la ciudad.
Volvió también a sus antiguos atuendos de los 70 ( que no evocaban aquella época, sino que era ropa vieja auténticamente de aquellos años), volvió a su pelo estrufado, a su tez citrina y sin brillo, y dejó que se le desarrollase un enorme quiste de grasa en la sien ( a pesar de que extraer aquello es fácil, según mis informaciones).
Y así fueron transcurriendo los meses, ya que a finales de curso y en la misma época en la que nos hicimos grandes amigas, decidí hacer frente a la situación y hablar con ella. Me busqué una excusa perfecta, ya que yo me encargaba de recoger firmas de todos los cursos de árabe para que la Escuela aceptára llevar a cabo los cursos de especialización.

Allí estaba, en el tercer piso, sentada en uno de los bancos de madera. Cuando me vió, se levantó rápidamente para alcanzar los cuartos de baño, pero yo la detuve y dije:

"Lalu, hola, estamos recogiendo firmas para que nos acepten los cursos de especialización tras 5º...¿quieres firmar?..."

A lo que ella me contestó:

"Yo a tí no te firmo nada" -y se metió en los aseos.

Los que presenciamos la escena, nos quedamos perplejos. Después, esa misma noche, la llamé a su casa y me colgó varias veces el teléfono. No pude dormir en toda la noche, y me eche a llorar porque no entendía aquel maltrato gratuito.

A la mañana siguiente, y desde un teléfono público, para que no reconociera mi llamada, volví a telefonearla, esta vez al móvil. Al principio, nada más oir mi voz, me colgó el teléfono, y así varias veces has ta que al final conseguí preguntarle:

"Lalu, de acuerdo, no quieres hablar conmigo, pero creo que estas siendo muy injusta conmigo, porque al menos deberías darme un motivo...Yo creo que no te he hecho nada malo, pero si te he hecho algo...perdóname, porque ha sido sin querer...sin nisiquiera darme cuenta..."

Gélidamente y con voz triunfante me contestó:

"No, no me has hecho nada, pero se acabó y punto".

Me colgó el teléfono y ya nunca más la llamé. Lloré desoladamente varios días, hasta que de puro agotamiento mi mente dijo: stop. Desde entonces han pasado dos años y medio y todavía miro el telefono con la tentación de marcar su número... ¿Alguien cree que debería volver a insistir?...

FIN




lunes, 17 de marzo de 2008

Mi primer encuentro con IAN MCCULLOCH





Buahhhh! que genial....!!!!!. La primera vez que acudí a un concierto de los Echo & the Bunnymen fue en Benidorm, en un festival. Después de tantos años, y por fín lo había conseguido. Circunstancias de la vida, ya que en los 80 yo era una niña cuando vinieron a Valencia a Arena, y después novios muy pijos que no entendían ese tipo de música hicieron que yo esperara el momento de mi independencia a los 35 años para que libremente pudiera disfrutar de uno de los mejores grupos de todos los tiempos. O mejor dicho, el honor se debe en realidad a sus dos básicas figuras: Ian McCulloch y Will Sergeant.

Estaba tan emocionada que ni siquiera podía bailar. Allí me quedé, paralizada y sonriendo en primera fila, sin ser consciente de que aquello fuera real.

Ni qué decir tiene, que no pude dormir en toda la noche.

Aquel fue el momento de mi encrucijada: debía conseguir un autografo de mis idolos.

Pacientemente esperé la proxima gira del grupo: pasó un año y regresaron a España actuando gratuitamente en el auditorio de Castellon.

Fue el mejor concierto que he visto en mi vida. Tocaron super bien. Ian McCulloch se lució como en los viejos tiempos y estaba impresionante.

El auditorio estaba petado de gente, pero cada uno tenía su butaca y su número de reserva. En un principio habíamos comprado la entrada, así que escogí la segunda fila para estar bien cerquita de mi semidios; pero después anunciaron que el concierto sería gratuito aunque mantendríamos nuestro número de entrada.

Llegamos mis amigos y yo a primeras horas de la tarde. Suplique que me dejaran entrar al ensayo. Y como tengo cierta gracia y salero, lo conseguí. Que mono...

Luego nos fuimos a cenar hasta la hora del concierto y después llegó la bomba. Tocaron todas las canciones que me gustaban. En realidad, a mi me gustan todas, todas, todas las canciones de Echo and the Bunnymen. Y fue tal el escandalo que monté que McCulloch me preguntó mi nombre...Una tiparraca que estaba sentada detrás de mí gritó: I am Mary!

Pero mi amo y señor dijo: No, no, you are not. I am askering for the girl with a red hair...

YOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO?

Socorrooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!!

Y señoras y señores fuí incapaz de contestar. Unicamente le pedí una canción: CLAY.

Pero fue frustrante porque mi inglés es tan malo que no me entendió.

El lector debe comprender que me paso la vida leyendo en árabe y aunque tengo nociones de inglés me sale el "moro" más propundo mezclando el inglis pitinglis con el hispaninglis y con el beduino derhiano.

Tras el concierto llegó el flechazo. Bueno por lo menos por mi parte.

Estuvimos esperando hasta que la gente se retiró a sus casas. Después le estuve comiendo la oreja al conductor de la furgona que transportaba al grupo hasta el hotel, a excepción del señor McCulloch que viajaba sólo en un coche

Aquello se hizo interminable. Hacía frío y mogollón de humedad. Veíamos desde la calle a Ian Mc Culloch tomandose una cervecita tras otra. Cansados de esperar decidimos irnos a casa.

Ya estabamos en dirección a coche, cuando un chico muy rico y patrocinador del concierto Heineken nos llamó la atención: Esperar ! Si quereis un autografo van a salir ya. Volved otra vez.

Así fue: Will Sergeant fue el primero en firmarme dos discos, pero escopetada salí en busca de Ian McCulloch.

Delgado, alto, guapo, encantador y con sus eternas gafas de sol (en realidad, son gafas para ver, porque el pobre no ve tres en un burro).

Después de preguntarme cuál había sido la canción que yo le había pedido durante el concierto, intentó recordarla. Tras venirle a la memoria...me la cantó a capello SÓLO PARA MI SEÑORES.UNA PRIVILEGIADA. Ayyyyyyyyyyyyyyyyy....

Me dió la mano. Se despidió de nosotros amablemente y se fue hacia el coche que le esperaba. Por cierto, que casi se mata al tropezar con un pedrol. Yo pensé: ¡Que monin!.

Esa noche no me lave la mano para nada. La apoyé sobre mi pecho e imaginé como sus células se mezclaban con las mías. La magia había llegado a mi.
Pincha aquí y verás a Ian en los 80 cantando The Cutter:

sábado, 15 de marzo de 2008

LAS NOCHES DE NEMER

En una aldea llamada Kameshli residía el joven y apuesto Nemer. Nemer era un muchacho alegre y divertido, aunque tenía un gran defecto...: era tremendamente vago.
Únicamente vivía para disfrutar de la noche y gozar del momento. Debía dinero a todo el mundo, más nadie se atrevía a reclamarlo, pues Nemer era tan bello , angelical y conocedor de sus armas de seducción, que la aprovechaba para sonreir y mirar languidamente. Tal era su dulzura que hasta te hacía sentir mezquino por haber siquiera pensado reclamarle el abono de la deuda.


Mientras tanto, el gandul, seguía saliendo todas las noches, reuniéndose con sus amigos en los locales nocturnos donde bebían, apostaban dinero, jugaban y se relacionaban con mujeres de mala reputación.
Pero una noche todo cambió...en efecto, aquella noche Nemer salió de su pequeña casa en dirección a la taberna a la que asiduamente era habitual. Las calles estrechas estaban tan oscuras que apenas podía ver o intuir los alacranes que asomaban a su paso.
El ambiente de la noche era especialmente extraño. Las calles normalmente iluminadas y transitadas, estaban hoy oscuras y desérticas.
Sin duda todos duermen- meditó Nemer
Pero a medida que iba avanzando por las callejuelas, la soledad de su caminar se tornó mayor. No se escuchaban ni los grillos ni los sapos que cantaban todas las noches y Nemer comenzó a sentir miedo. Continuó caminando hasta que entró en la plaza de la República, donde estaba la taberna en la que supuestamente le aguardaban sus amigos.
No obstante, la taberna y el resto de locales nocturnos estaban esa noche cerrados.
¿Dónde están todos?...¿dónde están mis amigos?- se preguntó -La noche está vacía de vida...
Extrañado decidió regresar a casa y comenzó a andar a paso ligero. Y así, cuando estaba ya a pocos metros de su casa, despertó su atención una música que sonaba cerca de allí y que provenía de un callejón lateral.
La curiosidad le encaminó hacia el callejón donde se encontró a un grupo de hombres y mujeres que bailaban y reían alrededor de un fuego. Aquellas personas al percatarsde de su presencia le invitaron cordialmente a participar de la reunión. Nemer aceptó encantado.
De esta manera, pasaron las horas comiendo, bebiendo y bailando alrededor del fuego hasta la aurora, momento en el que el grupo decidió continuar la fiesta en los baños públicos de la aldea.
No obstante, como Nemer estaba ya muy cansado rechazó esta última parte de la juerga, pero el grupo insistió hasta hacerle cambiar de opinión; al fin y al cabo un baño antes de dormir no le iría nada mal.
Al entrar en los baños públicos, se desnudaron y se metieron en una de las piscinas donde chapotearon, saltaron, nadaron y lo pasaron en grande, especialmente el joven mozo que estaba coqueteando con una bella muchacha.

Mas, en un momento determinado, sucedió algo extraordinario que le hizo creer tener visiones: observó que los ojos de la chica se tornaban rojos, que sus dientes oscurecían y que sobre su linda cabecita emergían sendas orejas, que más que orejas de liebre, parecían cuernos.
También la nariz se alargó y ya no era la bonita niña del primer momento sino un monstruo cuyas manos se asemejaban a las pezuñas de un animal.
Nemer chilló de espanto pues sólo la niña se había transformado en un conejo sino que ahora todo el resto del grupo formaba un rebaño de macabras liebres a su alrededor.
Salió del agua y huyó como un trueno, desnudo y tiritando de frío. Corrió y corrió hasta que llégó a las puertas de su casa, donde le esperaba su amigo Karim, que preguntó asombrado:
¿Qué te ha sucedido?...
Pero Nemer no pudo contestar...
Entraron en la casa. Nemer se vistió primero y después se sentó junto a su amigo en torno a la mesa del comedor iluminándose con un quinqué. El joven narró la terrible experiencia a su amigo, en tanto que éste fumaba tranquilo y un poco aburrido. Cuando el angustiado Nemer hubo terminado su historia, Karim nuevamente le preguntó:
¿De verdad que las manos de dicha muchacha eran como las pezuñas de un conejo?...
Si, si, lo juro, eran como las de una liebre - afirmó Nemer horrorizado.
Y continuó interrogando su amigo:
¿Eran sus manos quizá como las mías?...

En aquel instante Nemer se dió cuenta de que se hallaba compartiendo mesa con el mismísimo diablo. Las manos de aquel hombre eran también como las pezuñas de una liebre, y ya nada lo podría salvar. Había invitado en su hogar a la propia muerte. Y en tal situación se prometió a sí mismo que si sobrevivía a su fatal destino no volvería a trasnochar.

FIN

viernes, 14 de marzo de 2008

Los motivos de crear este blog y un poco de VENENO





















No sé a quien le importará este blog. Lo importante es poder transmitir todo lo bueno y creativo que hay en mí.
Mi vida ha sido un barco sin rumbo por las aguas del arte. Fuí guitarrista en la cruz roja de Valencia, bailarina de danza clásica en la misma comunidad, después arqueóloga cuando me licencie en la facultad de geografía e historia, luego fuí numismata, posteriormente me dediqué
al estudio de las necrópolis, más tarde obtuve el titulo de árabe en la escuela oficial de idiomas, me presenté también a las pruebas de arte dramatico obteniendo la segunda mejor nota, luego me dió por la ópera y finalmente tengo una tienda de plata y piedra natural con mis propios diseños y manufactura en un pueblo que no sabe apreciar mi trabajo.
Más adelante os hablaré de mi ciudad, es la ciudad de las brujas y según sus habitantes yo debo ser muy bruja , pues se refieren a mí diciendo que además de pelirroja y una cara muy particular, soy mora. Ya ves ...¡MORA!...pero si mi padre es Sirio...¿Qué tiene que ver Mauritania en todo esto?...
Al final he llegado a una conclusión: soy aprendiz de todo y maestro de nadie. Pero siempre he sido fiel a un objetivo: mis cuentos.
Así pues, este espacio me brinda la oportunidad de ofreceros mis cuentos a todo color, pues también he realizado las ilustraciones. Son cuentos que jamás nadie va a querer editar, de tal manera os los regalo gustosa.
Mis cuentos se titulan : "Los cuentos arrugados de la abuela Ammuna", y los tengo en el registro de la propiedad intelectual. En realidad la abuela Ammuna era mi bisabuela. Era una mujer bellísima. Con toda la cara tatuada , sus grandes ojos verdes amenazaban a los niños, mientras las madres de estos huían de ella por miedo a que les echara un mal de ojo. Tenía mucho oro escondido, pero su avaricia le impedía gastarlo. La sombra de mi bisabuela quedó impregnada en el desierto de Hasaka, un pueblo cerca del Eufrates, e inspirandome en ella he escrito estos relatos.
Mis cuentos se los dedico a Echo & the Bunnymen, y en especial a Ian McCulloch ( el cual ya tiene una copia que yo misma le entregué en mano); con fascinación y admiración también os recomiendo al grupo The Church, con el que me siento muy identificada; también hago un homenanje al increible Arthur Lee; pero también se los dedico al más grande de todos los tiempos: Jimmy Page ( y a él, dudo mucho, que algún día le lleguen...aunque nunca se sabe: querer es poder).


THIS STORY IS DEVOTED TO THE MAN WHO INSPIRES ME: JIMMY PAGE

GUARDIANES DEL DESIERTO:

Esta es la extraña historia de un mercante que residía en Deir- Al-Sur, ciudad situada a orillas del Eufrates.

Poseía un pequeño puesto en el zoco con el que se ganaba la vida y una vez al año entraba en el vacío desierto en busca de las famosas caravanas beduinas a las que vendía sus más preciados turbantes.

Así, en las primeras luces del alba salió de su casa y caminó hacia el estéril desierto. Durante horas estuvo vagando sin hallar nada a su paso y a medida que iba transcurriendo el tiempo, el sol implacable se tornaba cada vez más y más hiriente; pero el mercader, era hombre ya ajado por los rayos del astro desde su más tierna infancia y resistía bien el calor infernal del yermo, inclemente y recio desierto.

A lo largo de todo el día continuó caminando hasta bien entrado el ocaso, y fue entonces cuando se rindió por el cansancio. Se tumbó en la arena y utilizó su saco lleno de turbantes para apoyar la cabeza.

De tal forma pasó largo tiempo durmiendo hasta que un intenso aroma a café con cardamomo lo arrancó de su profundo sueño. Inspiró extensamente para saborear aquel delicioso olor y después, abrió los ojos. Cuál fue su sorpresa cuando frente a él vio a un grupo de beduinos felizmente instalados en sus tiendas de campaña. Fumaban narguile y bebían café mientras charlaban alegremente.

El comerciante se frotó bien los ojos pensando que todo debía ser fruto de su imaginación o del sueño, pero por más que se frotaba los ojos, el grupo de beduinos continuaba frente a él y esta vez uno de ellos lo saludó por su nombre:


Bienvenido Maisar, comparte con nosotros éste placentero café. Acércate y siéntate- dijo invitándole.

Entonces el tembloroso Maisar, atónito y sin comprender se acercó lentamente al grupo. El beduino prosiguió preguntando:

¿Qué es lo que nos traes Maisar?...

Tartamudeando Maisar respondió:

Unos, u, u, un, unos, tur, tur, turbantes.

¡Oh! Estupendo -exclamó el beduino- muéstranos tu mercancía.

Maisar desató su saco extrayendo de su interior los turbantes que su mujer realizaba con tanta destreza.

En verdad son muy hermosos, ¿no os parece? -dijo el beduino.

Todos afirmaron que realmente eran admirables. Y de esta manera, el misterioso grupo de beduinos decidió quedarse con todo el género y acordaron, como era costúmbre en el desierto, reunirse en aquel mismo lugar pasados 355 días, momento en el que se abonaría el coste de los turbantes al buen mercader.

Aquella noche, Maisar bajo una bóveda celeste cubierta de estrellas, durmió con el grupo apaciblemente, pero al amanecer todos habían desaparecido. ¿Qué extraño? -musitó Maisar.



El mercader regresó a la ciudad, retomando de nuevo el trabajo de su pequeño comercio y de su cotidiana vida.



Y así, pasaron los días, pasaron los meses y pasaron las estaciones...hasta que se cumplió un año desde aquel encuentro en el desierto.



Maisar preparó un ato con algo para comer : queso, yogourth y pan, y se dispuso a marchar de nuevo...



De nuevo, al riguroso calor, la molesta e inamovible arena de los eternos días sin aire, la sed, y el cansancio tras largas horas de caminar. Y de nuevo, tras mucho errar, Maisar se detuvo a descansar, como ocurrió allí mismo hacia un año y quedó dormido.



Más tarde, un intenso y gozoso aroma a café con cardamomo lo despertó. Ante su sorpresa,, se hallaban sentados frente a él y como por encanto, aquella caravana de beduinos fumando y charlando alegremente. Y otra vez, uno de los beduinos lo saludó por su nombre:



Bienvenido Maisar, comparte con nosotros este delicioso café -dijo



Maisar, boquiabierto, se acercó lentamente al grupo, mientras el mismo beduino continuaba hablando:



Los turbantes que nos vendiste nos han sido de gran utilidad, te damos de nuevo la enhorabuena y como te explicamos hace un año ha llegado el momento de cobrar la deuda -explicó.





El beduino que sin lugar a dudas debía ser el jefe de la caravana, le entregó un saquito lleno de monedas de oro.



Aquí tienes prácticamente todo lo que te debíamos -continuó aclarando- excepto el pago de uno de nosotros que esta vez ha tenido que ausentarse. No obstante, si quieres recibir el dinero que falta, deberás viajar a Bagdad. Cuando llegues a Bagdad dirigete al Gran Zoco y dentro del Gran Zoco pregunta por el mercado de las especias. A la entrada de dicho mercado se ubica un puestecillo regido por un anciano. A los pies del anciano habrá un perro tumbado. Deberás llamar la atención del animal hasta que te mire a los ojos y cuando lo hallas conseguido el perro te indicará que lo sigas. Y así, el can te conducirá al lugar donde se te hará abono de la deuda-tales fueron sus palabras.




Al caer la noche, y una vez más, durmieron todos bajo un firmamento cargado de estrellas. Y al alba ya nadie quedaba en el lugar, únicamente Maisar.


El mercader regresó a Deir-Al-Sur con su saquito de oro y con la incredulidad de la historia que le había narrado el jefe de la caravana. Tenía bastante dinero y pensó que no le hacía falta viajar a Bagdad a por el resto. Pero pasados unos días, la curiosidad le venció. Se despidió de su mujer, montón en su burro y tomó rumbo a Bagdad.


Y así fueron detuviendose en diversos lugares a descansar. Descansaron a orillas del Eufrates, descansaron a orillas del tigris, y se demoraron en varias ciudades y aldeas antes de entrar en Bagdad.


En efecto, al llegar a Bagdad, el mercader no esperó para dirigirse al gran zoco. Allí preguntó por el mercado de las especias y se encaminó en su busca. Al entrar en el mercado de las especias, el envolvente perfume de los condimentos lo atrajo. Pero no podía detenerse ya que tenía algo más importante que resolver.


Pronto encontró aquel puestecillo descrito por el jefe de los beduinos. En verdad, en aquel lugar estaba sentado el viejecito por aquel hombre descrito y un perro a sus pies le velaba.




Maisar se situó frente al perro caminando en un ir y venir intentando llamar su atención. Pero el chucho continuaba recostado con la cabeza entre sus dos patas delanteras y dormitando. Entonces Maisar comenzó también a silbar y esto sí llamó la atención del galgo que con los ojos avispados y brillantes miró fijamente a los ojos del comerciante. Inmediatamente, y como si hubiera entendido perfectamente el mensaje del hombre se incorporó sobre sus cuatro patas y echo a caminar.Maisar lo siguió y el perro, de vez en cuando, giraba la cabeza para ver si el mercader se hallaba tras él. Así lo condujo hasta una callejuela por la que amedida que avanzaban la oscuridad total invadió todo el callejón, desapareciendo el animal entre las tinieblas. Maisar se detuvo expectante y vacilante porque apenas podía ver.




De repente, y con el mismo misterio con el que había desaparecido el perro, apareció el beduino deudor del pago de los turbantes. El enigmático hombre de amplia y amistosa sonrisa saludó cordialmente y se disculpó por su tardanza en el pago.




Abonada la deuda se despidieron y nunca más volvieron a verse. Maisar retornó a su ciudad y guardó esta extraña historia que permaneció viva en su recuerdo para siempre.




Fin




UN POCO DE VENENO, PERO DE KIKO VENENO:


Ni qué decir tiene, que Kiko es el mejor; es puro veneno. El día que lo ví en acústico, con un chaval que tocaba de puta madre ( un tal Guillermo, creo recordar), presentando su nuevo disco; me sorprendieron dos cosas: una la seriedad de Kiko y la canción de Pistachito ( Buenísima).El concierto fue genial, muy en la línea de Kiko. Kiko es pura profundidad, puro mensaje, puro sentimiento, pureza en su estado más puro. Me gustas Kiko. Tengo muchísimas canciones que son mis preferidas, y no sabría por cuál decantarme, pues todas son geniales y eso es lo que hace que Kiko sea el genio por excelencia. Si tuviera que decantarme lo haría por Lobo López, Viento de Poniente, Echo de menos, Joselito, Pistachito, realmente no puedo elegir. Me gustan todas.


A TODOS LOS AMIGOS DE LA BOLA DE CRISTAL


Mmmm, aquellos 80. Tán mágicos ¿verdad?. La primera vez que bebiste una cerveza, la primera vez que fumaste ( lo que sea), la primera vez que te enamoraste...y aquellos sabados. Rápido, debemos despertar porque en la tele hacen LA BOLA DE CRISTAL.


Pincha y oirás a Alaska en la Bola.


http://video.google.es/videoplay?docid=7615461299370504311&ei=R4KySLrjKpCUjgLuztDYDA&q=ALASKA+%2F+BOLA+DE+CRISTAL&vt=lf&hl=es



Igual estoy equivocada, pero me parecía un mundo más feliz y más revolucionario. De hecho, me acuerdo hasta de los olores de la época. Yo tenía 12 años y recuerdo escaparme a una discoteca en Utiel que se llamaba "El Bodegón" y cuyo dueño era Joselito (el de la voz de oro). Para seros sincera, cuando aparecía Joselito, sentía mucho miedo. Lo veía un hombrecillo extraño y con aquellas botas de tacon alto y siempre acompañado de dos o tres amigos. Luego, llegaba la guardia civil y salíamos de allí escopetados.
¿Recordamos un poco a Loquillo y a Santiago Auseron de Radio Futura?
Pincha aquí y verás a Santi en "Veneno en la Piel"
http://video.google.es/videoplay?docid=-5775511122052576253&ei=m4SySJSkDI-6igLUlbjdDA&q=radio+futura&vt=lf&hl=es
Pincha aquí y verás a Loquillo en "Va por la ciudad" http://video.google.es/videoplay?docid=5523804170644734514&ei=g4WySLafF4KSigL7x4j1DA&q=loquillo+en+la+bola+de+cristal&vt=lf&hl=es
Era todo muy especial. En España habían buenos conciertos, no como los de ahora que son una mierda. Festivales!!!. Ahora puedes ver a uno de tus grupos que salen al escenario, cantan tres canciones y luego se van. Antes, no, antes eran conciertos de un sólo grupo y salías inflada de felicidad.
Me acuerdo de mi primer gran amor: se llamaba Angel Marzo Huerta. Era bellísimoooooo. Parecía de coña. Pero como mi hermana estaba enamorada de él, yo tuve que llorar en silencio. Tenía unos caracoles en el pelo. Pelo rojo, por cierto. Blanco de piel. ¡Que digo blanco!BLANQUÍSIMO. Ojos gigantes y labios como el azúcar. ¡¡¡Dónde estará aquel muñeco ahora???. Seguro que ha echado tripa...

Quisiera también hacer referencia a un duo genial que nos hizo sentir muchas emociones con sus canciones. Ellos son Tears for Fears y sus dos canciones más escuchadas: Mad world y Changes.

Aquí teneis MAD WORLD http://video.google.es/videoplay?docid=-750867004847538092&ei=uIuySI-2AYXyiQKKiqTtDA&q=tears+for+fears+%2F+mad+world&vt=lf&hl=es





Todos estabamos en una bola de cristal, una bola llena de buena música y buenos sentimientos.
Por último, recordaros el programa que era también igualmente mágico y didáctico: El Planeta imaginario. Y remitiros a Youtube porque allí aparece la sintonía completa:
http://www.youtube.com/watch?v=BIITiM-drII
Por supuesto añado a mis amados GABINETE CALIGARI y con ello un video en su honor: